sábado, 12 de febrero de 2011

Los matones

Sigo en la misma empresa, pero ejercer el periodismo en Valencia y hacerlo aquí es muy diferente, más allá de las razones obvias. En lo que respecta a la profesión, la labor del corresponsal está idealizada. La vida es más complicada, claro, principalmente por la soledad, por estar lejos de casa. Pero aquí es más fácil trabajar. El periodismo local es lo hardcore, aunque a veces no brille tanto.

En una corresponsalía como ésta, el acceso a las fuentes es más limitado, y no hay necesidad ni posibilidad de hacer muchas preguntas incómodas. Y sobre todo, no hay posibilidad de no hacerlas y quedarse con un nosequé en el estómago. No hay presiones ni anunciantes. No hay consellers, alcaldes, concejales o presidentes de diputaciones a los que te gustaría poner a caldo en todas las páginas del periódico, en todos los teletipos de la agencia, en todos los minutos de emisión de televisiones y radios.

Y ello no es ni mejor ni peor, simplemente es diferente. Las agencias tienen sus particularidades, las corresponsalías también. Efe es extranjera aquí, y ocupa una pequeña oficina en una ciudad en la que las imponentes sedes de Reuters, del New York Times o del Wall Street Journal se yerguen en puntos privilegiados, como matones, para recordarte quién manda aquí. Aunque con matones así da gusto pasear por el barrio.


miércoles, 9 de febrero de 2011

Manjares

El aspecto profesional es muy distinto, pero la vida diaria en Nueva York ha supuesto un reencuentro con la canadian experience. La nieve, el café aguado, el concepto de moda que tiene la gente, la comida. Este asunto sin embargo ha mejorado notablemente: dispongo de un supermercado con una gran oferta delante de casa, lo opuesto al timo que teníamos en York University. Con eso y un poco de ganas, he incorporado nuevos manjares a la que fue mi dieta a base de arroz con cosas, pasta con cosas y cosas a la plancha.

Las estrellas de mi régimen 2.0 son las lentejas con chorizo y un pescado blanco que no sé muy bien cuál es, pero puedo asegurar que no es salmón ni está rebozado y cortado en varitas. Eso sí, no he podido evitar volver a los noodles de tres bolsas por un dólar, a los sándwiches, al yogur en envases gigantes, al zumo de naranja de medio galón. Y a maravillarme con los productos como de otro mundo cuando voy a comprar: hamburguesas con pan cocinadas y congeladas, un sustitutivo de queso elaborado sin leche, auténticas cake wrecks, muffins que te plantan cara o pastillas de aceite de hígado de bacalao.

Sin embargo, lo mejor por el momento es la sección "Spain" del supermercado, donde se pueden encontrar desde arroces "tipo valenciano" hasta velas de santos, de las que por desgracia no tengo foto.