Sigo en la misma empresa, pero ejercer el periodismo en Valencia y hacerlo aquí es muy diferente, más allá de las razones obvias. En lo que respecta a la profesión, la labor del corresponsal está idealizada. La vida es más complicada, claro, principalmente por la soledad, por estar lejos de casa. Pero aquí es más fácil trabajar. El periodismo local es lo hardcore, aunque a veces no brille tanto.
En una corresponsalía como ésta, el acceso a las fuentes es más limitado, y no hay necesidad ni posibilidad de hacer muchas preguntas incómodas. Y sobre todo, no hay posibilidad de no hacerlas y quedarse con un nosequé en el estómago. No hay presiones ni anunciantes. No hay consellers, alcaldes, concejales o presidentes de diputaciones a los que te gustaría poner a caldo en todas las páginas del periódico, en todos los teletipos de la agencia, en todos los minutos de emisión de televisiones y radios.
Y ello no es ni mejor ni peor, simplemente es diferente. Las agencias tienen sus particularidades, las corresponsalías también. Efe es extranjera aquí, y ocupa una pequeña oficina en una ciudad en la que las imponentes sedes de Reuters, del New York Times o del Wall Street Journal se yerguen en puntos privilegiados, como matones, para recordarte quién manda aquí. Aunque con matones así da gusto pasear por el barrio.